sábado, 16 de julio de 2011

Rios de sangre, historia y crueldad.

Juan Pablo Pérez pereira y su disyuntiva de la educación.

Han sido días de gran movimiento, días en que las personas se han manifestado en la gran avenida principal que cruza la ciudad.

Bajo la mirada de Doña Carmen, aquella vendedora de una de las calles cercana, es una gran "manifestación, la cual apoyo a todos los chiquillos que estudian". Dichas palabras traerían consigo además un temor, que gran parte de la sociedad lo posee y que se oculta.
Como sabemos las circunstancias históricas dieron a que las cosas no salieran como todos querían, un contexto de guerra ideológica repercutió en las personas más vulnerables y en todas aquellas que nada tenían que ver. El miedo comenzó a ganar en las armas eran el instrumento para aquello. Las sombras de terror que alguna vez pasaron muchos se vuelven a encontrar cuando las personas, los ciudadanos, la gente sale a marchar. En las mismas palabras de doña Carmen se da factibilidad de esto. El medio al caos, a la destrucción de algo que ya existe, el miedo a lo desconocido. - Cuestioné por un instante este hecho, aquel miedo sobre algo que por el contrario debiera ser este mismo quien debiera tener miedo.

Soy hijo de una llamada democracia, de un país con muchos recursos pero, mal explotados. Un país donde caminar significa conocer y luchar significa cansancio y pérdida.
Volviendo a la vieja escuela de pizarra verde agarro un lápiz tiza y comienzo a escribir esquemas, conceptos, ideas que me lleven hacia algo correcto, hacia las cosa como debieran ser. Pero no existe una sola verdad, existen muchas, que además luchan por tal. El pizarrón está lleno de cosas que no logro encajan, están llenos de tiza blanca, de aquella que los profes viejos ocupaban y que tenían muchas veces vida cuando se enojan al hacerse conocer y sonar. El viejo arte de la educación se ha perdido. Las personas han renacido en la esperanza de las grandes revoluciones, de los grandes cambios. Pero las cosas no son así mientras doña Carmen sea solamente ella, las cosas seguirán igual. Pero por el contrario si Doña Carmen se une a otros, no quedará en vano el que haya visto cuerpos flotando en el rio principal de la ciudad, o los cerros de sangre a los cuales a su corta niñez tuvo que observar y traumatizar por el resto de la vida lo peor de las personas.

Sus manos tiemblan, no solamente por el frio de la hora, sino por los nuevos episodios a su alrededor. Su piel marchita, su voz lenta, tu forma de moverse, todo era una consecuencia del miedo del pasado y el miedo a lo que próximo que podría venir en sus mismas palabras.
Ese miedo mismo de la niñez y de los cerros. El recuerdo de cerros llorando y de ríos pidiendo perdón por no poder hace nada contra su marea. Las estrellas lo dijeron y nadie lo supo.
Los mismos llegaron al poder y se manifestaron contra todo lo que se impusiera.
Un rapsodia macabra acecha hoy, la legitimidad de los actos de cada uno se verán como un acto del bien o del mar, pero lo importante y bajo los cimientos de toda verdad, las cosas podrían ser siempre mejores, pero, aun así, no todo es posible y debemos tener metas a corto, mediano y largo plazo. ¿Si tuviera 45 en estos momentos, en qué pensaría?,. Quizás estaría igual que Carmen y su miedo al cambio, a las cosas que pueden hacer un repetir de las décadas oscuras de un país con fortalezas virtuales, con economías del robo pero con un corazón que fuera de todo los condicionantes quiere decir, yo estoy aquí.

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