jueves, 21 de octubre de 2010

El sol y su calido abrazo.


Venía de compras, quizás como un día más, pero al entrar al pasaje y mirar el horizonte me di cuenta del sol y su peculiar forma, su brillo eterno que nos hizo creer que era un dios y de cuyo antagonista fue la noche. Lo mire un buen rato y abrí los brazos, no sé porque, pero tuve una sensación extraña en esos pocos momentos. Sentía que su calor me aguardaba y me cuidaba. Sentía que era mi padre, mi madre y todos aquellos que me cuidan. Nunca lo había mirado de esa manera pero el Sol es un protector, es aquel que te mira todo el día, desde muy temprano cuando tomamos el transporte de la ciudad hasta cuando volvemos de regreso. Allí luego de un largo día se esconde para descansar y dejar la labor ahora a su hermano la noche. Que no significa que sea malo, si no es un trato de ambos para mantenerse en su lugar.

El sol y su mirada eterna me cautiva. No existe razón y nada en el. Simplemente está allí determinado por cuestiones divinas y que cuya divinidad creo la fórmula exacta para darnos las condiciones de existir.

El sol al igual que otros elementos u objetos que se encuentran por diferentes radios, allí mirándonos cada día tratando de llamar nuestra atención bajo el estrés de la ciudad rápida y sin descanso, nos gritan para apreciarlos y decir que son maravillosos. Y reflexiono ahora en la típica frase de la gente " Cuando las cosas no están, le damos importancia".

Por eso detengamos un momento, sentémonos, miremos al cielo y veamos las nubes relajados, mira al sol y siente su cálido abrazo. Mira los árboles y sus distintos movimientos con el viento tratando de decirnos algo. Mira a tu alrededor, hay un mundo nuevo de imaginación y conquista.



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